viernes, agosto 17, 2007

En este momento, curiosamente escribo desde tu propio santuario. Cuantas noches me quedé pensando, intentando imaginarlo e imaginarte. No ha sido fácil el camino recorrido y hemos pasado por dispares momentillos o momentazos según se mire. Pero no me deja de recorrer el cuerpo una sensación muy peculiar cuando me paro a pensar donde estoy ahora sentado escribiendo. Acabo de bajar ahora mismo a por una casera en tu propio frigorífico, (nadie me ha visto hacerlo, porque a nadie vi para comunicarlo, pero imagino que tu madre lo sabrá si lee el post...) experimento en mis propias carnes, el calor famoso que prometías en agosto en tu habitación, y no dejo de sentir esa curiosa sensación. Todo me empieza a resultar familiar, es decir, intento explicar que a veces confundo tu entorno como algo que he conocido toda mi vida. Pasaste de ser un ente platónico a la realidad de hoy. Me encuentro inmerso en tu vida, lo cual adoro, y no puedo resistirme a recordar la infinidad de momentos en que deseé verte y tocarte.

Si alejamos el zoom, podemos ver la esfera de la tierra ahí abajo, tranquila y azulada como si nada pasase más importante que el hecho de reflejar la luz del sol. Pero no. Ahí, en un rinconcito de Málaga estabas tú aquel día que por azar nos tropezamos y nos fuimos monopolizando el uno al otro hasta fundirnos en lo que hoy somos y no deja de resultarme curiosa esta sensación de escribir desde tu Toshi.

Que maravilloso resulta cuando un sueño se torna en realidad. Lo mejor de todo es que no te imaginaba ni en los mejores sueños. Los has superado. Alguna vez simulas a una persona, o ansías conocer a alguien con ciertos parecidos. Pero tú, mi Caraqueso, mi Naricilla de Koala, te has pasado tres pueblos. Más aún, has llegado al quinto pueblo y mis ganas y miedo de no seguirte han hecho que coja el coche a toda prisa para alcanzarte.

Sigo escribiéndote. Me vienen a la cabeza cantidad de temas a tratar. No se por cual decantarme. Podría hacerlo como cuando me duermo y te voy contando lo que veo, pero sin demasiado sentido claro.

Me encanta observarte cuando tú no me ves. Me encanta el hoyuelo que tienes bien colocado y tus facciones me fascinan de una forma muy especial. Te imagino de mil maneras y lo mejor de todo es que las conozco en persona una a una. Cada día que voy a recogerte al trabajo, siento la misma sensación que me invadía cuando me acercaba a ti en cualquiera de nuestras citas. Pero, pero, pero ¡Mi niña! Me tienes locamente enamorado…

Y eso, en fin… que eres lo mejor que me ha pasado en la vida. En mi mente solo me ronda la idea de poder establecernos de una vez solitos en nuestro propio acuario para piscis y disfrutarte y hacerte feliz minuto a minuto como te mereces. Porque tu te mereces el universo cariño y mucho más.

Aún falta un buen rato para que nos veamos. Pero se hace menos amargo el saber que no falta mucho para sentir de nuevo tus besos y tu piel.

Totá… todo esto que te pongo era para decirte simplemente que me haces muy feliz.